Este verano me di cuenta de que en un esquinazo de la cocina había pegados a la pared una especie de tubos de barro, de unos 25 mm. de longitud. Al acercarme pude apreciar que esas vasijas tenías forma de ánfora romana. En concreto había 5 pequeñas ánforas, cuatro de ellas tenían la boca sellada con barro y sólo una estaba abierta. Al mirar esta última, descubrí en su interior lo que parecían unas patas peludas y unos ojillos que sin duda pertenecían a una araña. En ese momento supe que se trataba de nidos de una avispa alfarera, pero no tenía ni idea de a qué especie podían pertenecer, pues sé que hay unas cuantas especies de avispas que hacen nidos de barro.
Así que monté guardia para ver si podía identificar a la autora de tan laboriosa obra. Al cabo de un rato ví cómo una avispa entraba por debajo de la puerta, se dirigió al nido abierto e introdujo algo en el mismo. Cuando se fue, pude comprobar que había metido otra araña en el nido. Al rato volvió y empezó a sellar la boca del ánfora con barro. Pensé que con ese último trabajo había acabado su tarea, pero cuál fue mi sorpresa cuando al día siguiente volvió, abrió la tapa y siguió metiendo arañas en el nido hasta que consideró que estaba suficientemente lleno y lo volvió a tapar.
Antes de que se fuera definitivamente pude hacerle algunas fotos y lo primero que me llamó la atención es que se trataba de una avispa muy estilizada, con el tórax y el abdomen unidos por una especie de tubo muy largo y fino. Eso es típico de la familia “Sphecidae”, pero para identificar la especie recurrí a la inestimable ayuda de los amigos de “Biodiversidad Virtual”, que acabaron identificando la avispa como Sceliphron curvatum.
Se trata de una avispa grande, de 15 a 25 milímetros, de cuerpo negro con franjas transversales amarillas y con patas y alas de tono marrón. Construye sus nidos con barro masticado y mezclado con saliva y los suele adherir en los interiores de construcciones humanas. Después de terminar la construcción del nido caza una presa, casi siempre una araña, la inmoviliza con su picadura y la introduce en la vasija. Después pone un huevo por nido y sella el nido con una tapa de barro. Cuando nace la larva se alimentará de las presas que la dejó su madre. Cuando es suficientemente grande la larva se convierte en pupa y a finales de primavera, convertida ya en avispa, hace un agujero en el nido y sale al exterior.
Los adultos se alimentan de néctar y no son agresivos, aunque pueden clavar su aguijón si son molestados. El macho puede vivir tres o cuatro semanas y la hembra dos o tres meses, y pasa todo este tiempo construyendo nidos para sus huevos.
Lo más curioso es que se trata de una especie originaria de Asia Central y que ha colonizado recientemente Europa. Se registró por primera vez en el año 1979 en el pueblo Austriaco de Grätsch y se cree que su introducción en Europa pudo ser debido a la actividad humana. Esto mismo explicaría su expansión al continente americano, pues se ha detectado en el año 2001 en Argentina.